viernes, 2 de enero de 2009

Las Certezas de Cristo

Las certezas de Cristo son realidades que vienen sucediendo desde, no solo su nacimiento terrenal, sino desde antes de su encarnación. La preexistencia de Cristo es bien documentada en toda la Biblia. En una ocasión los Judíos le preguntaron “aun no tienes 50 años, ¿y has visto a Abraham?” a lo que Cristo le contestó “De cierto, de cierto os digo: antes de que Abraham fuese, Yo soy.” De igual forma, las profecías acerca de Cristo, desde que Dios se comunico con el hombre, hasta el cumplimiento de cada una de ellas,  han sido todas certeras, todas se han cumplido a su tiempo y en el modo y la manera que así se anunciaron.

En lo descrito anteriormente hay un componente de fe en el cual hay que ejercer fe. Sin embargo, debemos admitir también que existe un componente histórico, porque la historia así lo registra en el cumplimiento de cada profecía anunciada y cumplida, puesto que las mismas fueron realidades en un tiempo y espacio determinado. Eso no lo podemos negar. La arqueología, la ciencia y la historia de los hechos han corroborado lo escrito y relatos bíblicos.

De las profecías más impresionantes tenemos las referentes al nacimiento, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesús, acerca de esto se predijeron datos, especificaciones de lugares, nombres, tiempos, características, etc. que si nos pusiéramos a calcular las probabilidades matemáticas para que esos eventos sucediesen, nos sorprenderíamos, nos daríamos cuenta que humanamente seria insostenible; sin embargo, fueron exactas y certeras, en su cumplimiento porque fueron dadas por Dios.

Podemos confiar en el mismo Dios que ha cumplido con Su palabra y con sus promesas para tener la certeza de que lo anunciado por venir se cumplirá. Como creyentes podremos tener dudas y discrepancias internas y también interdenominacionales (que las hay) acerca de los tiempos, detalles, formas, maneras, nombres, etc. de esas profecías y su cumplimiento; que a Dios le ha placido dejarlo como un misterio (algo real y verdadero pero todavía desconocido en detalle por el hombre). Pero donde nadie puede tener duda es acerca del desenlace final de las cosas; Cristo triunfa, Dios juzgara a los hombres para condenación eterna y para salvación eterna, entendiéndose con esto que, si hay vida después de esta.

¿Hacia donde nos deberían llevar esas certezas de Cristo? A lo absurdo, a lo desgraciado, a lo depresivo, y al sin sentido de la vida; no, en Jesús tenemos razones, tenemos la gracia de la salvación y el verdadero aprecio de la vida presente y futura.

El cristiano no está condenado al castigo de Sísifo y al consuelo de éste, que contrario a los existencialistas, sabía que hacer, como hacerlo, donde hacerlo y hasta cuando hacerlo. Las almas infelices de A. Camus, J.P. Sartre y sus seguidores fueron peores de Sísifo, fueron atrapados en lo absurdo, en lo desgraciado, depresivo, y sin sentido de sus vidas, encontrando mejoría en la muerte y hasta en el suicidio.

El cristiano prosigue hacia una meta, al encuentro con Dios, vive con una esperanza de vida Eterna; sabe qué hacer, cómo hacerlo, dónde hacerlo, por qué hacerlo y cuando hacerlo, el propósito y el papel que El creador le ha encomendado.

Recientemente en nuestra sociedad una mujer de 35 años se suicidó, los motivos de aquel infeliz acto fueron dados por su hermano, que parafraseándolo dijo: “el asesinato de mi padre por dos menores, junto a las injusticias que se cometieron en la condena de los autores del delito, llevaron a mi hermana a una profunda depresión y luego al suicidio. Quedo atrapada en el existencialismo, en la certeza de lo absurdo.

El Cristianismo no es retorico, no es académico, no solo es filosofía, no solo es religión, no solo es doctrina; el Cristianismo es vida y vida en abundancia. El cristiano sabe vivir en medio de este mundo, y si bien es cierto que sufrimos y sufrimos, no es menos cierto que vamos victoriosos y gozosos hacia nuestra meta.
¡Ven a Cristo y comparte con nosotros sus certezas!

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