martes, 29 de septiembre de 2009

Y que dios será aquel...?

Leyendo consecutivamente la Biblia, nueva vez me he encontrado con el libro de Daniel, UAO! ¡Qué revelación divina! ¡Cuántas manifestaciones! ¡Cuánto poder! ¡Cuántas oraciones contestadas! ¡Cuántos desafíos aplastados! ¡Cuánta soberbia humillada!


¡Qué placer! ¡Qué gozo! ¡Cuánta paz! ¡Cuánta esperanza! ¡Cuánta confianza! ¡Cuánta tranquilidad, alegría, asombro, orgullo y seguridad ha provocado en mi permanentemente el libro de Daniel!


Ese es mi Dios. Ese es en el Dios en quien he creído. En el esta puesto todo mi ser, en sus manos están mis caminos, en El descansa mi cuerpo y mi alma.


Nabucodonosor, rey de Babilonia, lo desafío cuando quiso obligar a unos jóvenes judíos a que se arrodillaran y le rindieran culto a su imagen. Veamos lo narrado:


Dan 3:15 os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adoráis, inmediatamente seréis echados en un horno de fuego ardiente; ¿y qué dios será el que os libre de mis manos?
Dan 3:16 Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron y dijeron al rey Nabucodonosor: No necesitamos darte una respuesta acerca de este asunto.
Dan 3:17 Ciertamente nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tu mano, oh rey, nos librará.
Dan 3:18 Pero si no lo hace, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has levantado.
Dan 3:23 Pero estos tres hombres, Sadrac, Mesac y Abed-nego cayeron, atados, en medio del horno de fuego ardiente.
Dan 3:24 Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y levantándose apresuradamente preguntó a sus altos oficiales: ¿No eran tres los hombres que echamos atados en medio del fuego? Ellos respondieron y dijeron al rey: Ciertamente, oh rey.
Dan 3:25 El rey respondió y dijo: ¡Mirad! Veo a cuatro hombres sueltos que se pasean en medio del fuego sin sufrir daño alguno, y el aspecto del cuarto es semejante al de un hijo de los dioses.
Dan 3:26 Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiente y dijo: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid acá. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego.
Dan 3:27 Y los sátrapas, los prefectos, los gobernadores y los altos oficiales del rey se reunieron para ver a estos hombres, cómo el fuego no había tenido efecto alguno sobre sus cuerpos, ni el cabello de sus cabezas se había chamuscado, ni sus mantos habían sufrido daño alguno, ni aun olor del fuego había quedado en ellos.
Dan 3:28 Habló Nabucodonosor y dijo: Bendito sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego que ha enviado a su ángel y ha librado a sus siervos que, confiando en El, desobedecieron la orden del rey y entregaron sus cuerpos antes de servir y adorar a ningún otro dios excepto a su Dios.
Dan 3:29 Por tanto, proclamo un decreto de que todo pueblo, nación o lengua que diga blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego sea descuartizado y sus casas reducidas a escombros, ya que no hay otro dios que pueda librar de esta manera.
Dan 3:30 Entonces el rey hizo prosperar a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia.

Esta porción de las escrituras es tan rica en enseñanzas que llenaríamos páginas y paginas exponiendo, pero quisiera llamar la atención a la actitud de los jóvenes (Daniel 3:16-18). ¡Cuánta valentía mostrada ante un rey como Nabucodonosor! ¡Cuánta fe! ¡Cuán decidido estaban y cuanto riesgo asumieron si Dios en Su voluntad no los hubiese librado del fuego!, UAO! ¡Qué disposición! ¡Cuánta firmeza! ¡Cuánto poder! ¡Cuánta fe!

No es necesario preguntarme a mi mismo acerca de cómo yo reaccionaria ante unos eventos de tal naturaleza, pues en situaciones y circunstancias menores, mas simples, de menos envergadura, FALLO; no respondo como debería, no actúo como debiera.

Mis ruegos son, mis oraciones son, mis suplicas son: Señor auméntame la fe, sin ti nada puedo hacer, perdóname en Cristo Jesús, Amen.