sábado, 27 de diciembre de 2008

“…Yo te conozco quién eres, El Santo de Dios”

Esta declaración tan certera y tan segura; tan llena de  contenido y tan trascedente; tan terrenal y tan celestial a la vez, fue dada a nuestro Señor Jesucristo. Digo certera y segura, porque quien la hizo mostró un conocimiento claro de lo que estaba viendo.  Se mostró firme, y su declaración fue hecha sin temor a errar. Digo tan llena de contenido y tan trascendente, porque quien la hizo sabía que en la persona de Jesús estaba el poder de Dios, con toda su plenitud y también por eso su trascendencia, porque traspasaba los límites de lo que simplemente se podía ver.


 Digo tan terrenal y celestial a la vez, porque en cuanto a las cosas de este mundo, el asunto se desenlaza entre dos personas físicas, que se comunicaron en un lugar determinado y en un tiempo específico de la historia de la humanidad. Tan celestial, porque más allá de esas personas físicas que dialogaron estaban presentes dos entidades celestiales que también se reconocieron una a otra.


El pasaje donde tomamos esta porción de Las Escrituras se encuentra en Lucas 4:31 y en

él podemos ver, además de lo detallado anteriormente, un reconocimiento de la autoridad de nuestro Señor Jesucristo.  Esa persona que exclamó a gran voz cuando le vio, validó el poder que tenía Jesús sobre él. En otro pasaje similar, el Señor trata con otras personas de la misma clase, (Mateo 8:28), y tienen la misma reacción cuando ven a Jesús. Esto es, exclamar a gran voz y reconocerle como la Deidad.


En ambos casos se trataban de demonios que habían poseído a personas. En el primero fue una sola entidad demoniaca y en el segundo fue una legión de demonios que tomaron posesión de dos personas. Si usted lee los dos pasajes, notará que en uno y otro los demonios le rogaron al Señor que no los destruyeran, que no los atormentaran antes de tiempo. En la Epístola de Santiago 2:19, se nos da otro dato interesante, el cual denota la conducta y el comportamiento de estos demonios ante la presencia de Dios. Cito: “…también los demonios creen y tiemblan”.


Es que el diablo junto a sus demonios creen en Dios y en Jesucristo, conocen con toda seguridad su destino final, inclusive, los tiempos de ese desenlace fatal y eterno. Con mucha tristeza y dolor en mi corazón digo que muchos no creen en Dios, ni en El Señor Jesucristo, ni en el Espíritu Santo. Muchas personas que ven la presencia de Dios en este mundo, que ven la presencia de Satanás en este mundo, son incapaces de decir, ni de sentir, ni de reconocer lo que el propio enemigo de sus almas, (el diablo), dice y reconoce de Dios.


Satanás tiene su destino. Él sabe con certeza su castigo, el conoce lo que le espera, sin embargo quiere arrastrar consigo a muchos. En el nombre de Jesús, que no seas tú uno de ellos. Hay buenas nuevas para el ser humano, en tanto pueda venir a Jesús para una reconciliación. Hay una oportunidad que nuestro Dios le ofrece y que no le ofrece Satanás, y es la salvación de su cuerpo y de su alma. Usted puede clamar a gran voz al Señor Jesucristo y decirle:

 

“Señor, perdona mis pecados, creo en ti, en tu obra, sana mis heridas. Solo Tú tienes palabras de vida eterna. Tú eres El Buen Pastor, Tú eres el pan de vida, .… perdona mis pecados y transfórmame para tu gloria y tu honra.” Así puedes ir disfrutando en esta vida las manifestaciones de Dios por  su gracia salvadora.


Dios bendiga tu decisión.

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