viernes, 5 de junio de 2009

..."Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya"

Hay fe, esperanza y confianza que se ejercen esperando el cumplimiento de nuestros deseos, hechos o sucesos que queremos que se den.

Sin embargo, esa esperanza y confianza que ejercemos y que esperamos en Dios debe contemplar tanto el aspecto “positivo” como “negativo” de nuestros deseos, es decir, que se den o no se den las cosas. 

Hemos visto el caso de los mártires de épocas como la de la inquisición, e imaginándonos a estos hombres, mujeres y niños pidiéndole a Dios que los libren del mal, y así no suceder. También los hemos visto con sacerdotes, mensajeros de Dios y profetas que sufrieron y hasta murieron sin que Dios los librara de esas aflicciones. El capítulo 11 de la epístola a los Hebreos nos da una descripción de los sufrimientos, cito el versículo 37: “Fueron apedreados, aserrados…muertos a filo de espada…”

El caso de los Apóstoles y cómo murieron es otro ejemplo de que no todo lo que deseamos y pedimos se nos dará en la forma y manera que queremos.

Pero el caso mayor, el más pronunciado y destacado es el del Señor Jesús cuando a punto de morir en la cruz del calvario exclamó a gran voz : “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

Creo que el asunto está en esperar en Dios, sean cuales fueren nuestras peticiones y sean cuales fueren los resultados, deseados o no.

El asunto está en esperar en Dios y exclamar de rodillas diciendo lo mismo que dijo nuestro Señor : “Padre, si quieres, pasa de mi está copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

Pero los versículos que siguen nos dan las condiciones emocionales, físicas y espirituales por las que estaba pasando nuestro Señor, versículo 44 : “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”. 

En nuestras vidas hemos tenido momentos de verdadera agonía, momentos de verdadera aflicción ya sea porque pasamos o estamos pasando por dificultades tan desesperantes que aún sin llegar a la posibilidad de experimentar la muerte, verdaderamente sudamos y temblamos de terror y de miedo ante la idea de ella. Más aún, por el solo hecho de  pensar que aún nuestras peticiones para salir de esas dificultades nos pueden ser negadas y hasta pudieran convertirse en algo peor.

Frente a un cuadro de esa naturaleza, en donde todo pudiera suceder, la fe y la esperanza deben estar en que Dios nos soporte en el cumplimiento de lo que Él decida como desenlace final. Y esto no implica que nos esté faltando la fe, pues la confianza y la esperanza están en  Dios  y no en nuestras peticiones.

Como creyentes, conocemos lo dicho en Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.

Esto es que, pase lo que pase, nos vaya bien o nos vaya “mal” o muy mal, y aunque no lo entendamos en el presente, será para nuestro bien. Uao! Qué difícil es esto en medio de una agonía.

Sin embargo, también hemos sido testigos de que aunque difíciles, agónicos, desesperantes, terroríficos, escalofriantes, vergonzosos, humillantes, frustrantes y enloquecedores, siempre el Señor en su fidelidad, cual si nos enviara un ángel del cielo, nos fortalecerá, como hizo con el Señor Jesús en su momento.

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