domingo, 3 de octubre de 2010

La cultura,el cine y el Apocalipsis

En el cristianismo hay muchas diferencias en cuanto a las interpretaciones del último libro de las Sagradas Escrituras, pero sin temor a equivocarme puedo decir que en todas ésas interpretaciones el final será el mismo. Dios triunfará sobre Satanás, el bien vencerá el mal, no hay otro final que no sea ése.

Cualquier interpretación que suponga, insinúe o sostenga lo contrario no es verdad y no se corresponde con toda la Biblia desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo Testamento.

Sin embargo el maligno, es decir Satanás, ya en los finales del fin sigue dándose a la tarea de confundir a las personas incautas, a los inconversos, a los analfabetos bíblicos, a los ignorantes y hasta los mismos creyentes está de hecho confundiendo con sus artimañas.

Una de ésas artimañas está accionando a través del cine y la televisión, si mal no recuerdo desde los años `80 en adelante el contenido de las películas fue cambiando paulatina pero radicalmente hacia establecer un final en sus guiones en donde el ganador es el malo de la película o el mal. Hasta ésa época los guiones siempre concluían con el triunfo del bien sobre el mal; había una persona que representaba el bien y que era realmente una persona buena y estaba su contrapartida, una persona mala y que representaba fielmente su papel de malo.

Era fácil decidir de cuál lado estar, era fácil definir quién era bueno y quién era malo. Recuerdo que cuando niño decía “el detective siempre gana”.

Hoy en día la cultura manifestada a través del cine y la televisión ha dejado ver su lado oscuro con claridad, el grado de violencia y morbosidad que se está dando en las películas han alcanzado niveles nunca alcanzados. No pasan por desapercibidos la gran cantidad de películas alusivas al vampirismo y al satanismo. Tampoco pasa por inadvertidos el desenfreno en materia de sexualismo, pornografía, prostitución y homosexualismo entre toda una serie de distorsiones morales y espirituales que se pasan por todos los medios habidos y por haber sin censura.

Pero la gravedad del asunto se presenta en la filosofía que está detrás de todo esto, el diablo con su audacia se ha seguido infiltrando y dominando a los medios para que los guiones de las películas tanto en el cine como en la televisión se desarrollen, no ya entre el bien y el mal, no ya entre el personaje bueno y el personaje malo si no más bien entre personajes malos de la misma especie.

En las películas de vampiros, por ejemplo, hay vampiros malos y vampiros buenos, en las serie de televisión, hay parejas de homosexuales amorales víctimas que se ganan las simpatías en vez de las parejas heterosexuales normales y morales correctas.

Los monstruos mientras más feos más bonitos son, claro porque te presentan una serie de monstruos feos luchando entre ellos en donde hay un monstruo feo bueno y un monstruo feo malo.
De igual manera te presentan personajes satánicos con cachos en las frentes en donde unos son policías y otros son los bandidos. Al final tu elegirás el satánico bueno con sus cachos bien puesto.

¿Cuál es la elección, entre qué nos están poniendo a elegir?

Nos están poniendo a elegir entre el mal y el mal. Entre el vampiro bueno y el vampiro malo, pero elegiremos como quiera un vampiro. Tendremos la opción de elegir un policía con cachos o un bandido con cachos, ambos representan a Satanás, aunque elijamos el policía con cachos.

Así se está condicionando a nuestros hijos para que vean todos estos asuntos como normales, para que cuando tengan que elegir elijan sus diablos preferidos y “buenos” sin pensarlo dos veces. Pero diablos elegirán.

En ése esquema filosófico bien orquestado el bien no triunfa sobre el mal, el mal será el triunfador.

Pero para los que conocemos la palabra de Dios la trama final, el desenlace último será inconfundible, irrevocable y absoluto, el bien triunfará. Y ése debe ser el contenido principal de las predicas, ése debe ser el contenido al tronar los púlpitos de nuestras iglesias.

El mundo de hoy, la sociedad de hoy no está preparada para oír del amor de Dios y del sacrificio de Cristo solamente porque él se dio por amor en una cruz y cargar allí todos nuestros pecados, como un cordero degollado. Eso sería lo ideal, llegar a amar a Dios por lo que Él es y por lo que hizo por nosotros. Pero me temo que no es así, que lo que más puede funcionar es la presentación de un Cristo en su trono de gloria listo para juzgar y condenar a los malos y al mal.

Un Cristo en su trono, amenazante y airado, lleno de terror para sus oponentes, como Él REY DE REYES Y ÉL SEÑOR DE SEÑORES.
UN CRISTO QUE NO DARÁ POR INOCENTE AL CULPABLE, UN CRISTO ANTE EL CUAL SE DOBLARÁ TODA RODILLA TARDE  O TEMPRANO Y ANTE ÉL CUAL TODA LENGUA CONFESARÁ QUE ES ÉL SEÑOR.

Un Cristo que nuestra juventud pueda sentirse orgullosa y protegida, no acobardada por las influencias del mal y de los malos, en donde están saturados de ver que el mal triunfa sobre el bien y en donde los malos siempre se salen con las suyas.

Si bien es cierto que hay que predicar todo el consejo de Dios, no es menos cierto que en las escrituras Dios elegía sus mensajes de acuerdo a sus propósitos y a sus épocas históricas, y hoy es tiempo de predicar para que la gente entienda que tiene un Dios airado sobre sus cabezas.

Hay que tronar desde los púlpitos y llorar por los inconversos, ya que ellos no lloran por ellos mismos.

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