Asumir las consecuencias de vivir sin Dios, no es tarea fácil para el ateo. Desarrollar un proyecto de vida, familiar, empresarial, intelectual o de cualquier otra índole, para terminar fatalmente en la muerte, es verdaderamente frustrante, agonizante y sin sentido.
Aceptar la radical nihilidad de la existencia del ser humano y vivir conforme a ello, no es tarea fácil de justificar para el ateo.
Vivir con nuestros hijos, madre, padre, hermanos, y considerarlos como simples objetos y no como sujetos, no es tarea fácil para el ateo.
El enfrentarse como ser humano a la nada, produce como decía el filósofo, una angustia existencial, una realidad amarga e insuperable.
Vivir sin Dios, sin la verdad de Dios, sin valores morales y espirituales que puedan guiarlo, no es tarea fácil para el ateo.
Que cada ser humano invente su propio camino en la vida y aceptarlo como válido, pues todos los caminos que se tomen son válidos, pues a la “nada” conducen todos, no es tarea fácil para el ateo.
Considerar que detrás de todas las cosas está la “nada”; que el hombre también es “nada” y que se dirige hacia la “nada”, no es tarea fácil para el ateo.
El ateo que vive como ateo y que piensa como ateo, no es coherente cuando reclama justicia, cuando reclama moral, cuando dice que ama a sus hijos o a sus padres.
El ateo que vive planificando su vida y la de sus hijos es incoherente con su creencia, pues para qué lo hace, si hacia la “nada” se dirige.
El pesimismo del ateo es incoherente con su creencia, o ¿acaso no sabe cuál es su destino? La “nada”.
Vivir llorando y reclamando por las injusticias que se cometen, vivir lamentándose y quejándose por la corrupción que hay en el gobierno es una tremenda incoherencia por parte del ateo. Pues cada cual elige su camino y cada camino es válido, según su creencia, o ¿no es así?
Poseer la imagen de Dios como ser humano y proclamarse ateo es una incoherencia, es contradictorio e insostenible para el ateo, nunca podrá vivir separado de su propia persona.
“El hombre es un ser para la muerte”, dice el filósofo ateo, pero se lamenta por la guerra, llora la muerte y reclama la paz entre las naciones, pero ¿para qué si todo es nada y hacia la nada vamos?
El ateo es un infeliz ser mortal, que poseyendo la imagen de su Hacedor, ha elegido alienarse de Él, para su propia perdición. Perdición que no lo conducirá a la “nada” si no al mismo infierno, a la condenación eterna de su alma y de su cuerpo.
Al menos que se arrepienta de su rebeldía y de su necedad y se vuelva a su Señor y Dios, y acepte a Jesucristo como su Salvador.
No es tarea fácil para el ateo, afrontar su ateísmo y sus consecuencias.
¿Cómo vivir así?
Leamos a Rubén Darío:
“Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
Y más la piedra dura, porque ésta ya no siente,
Pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
Ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no ser nada, y ser sin rumbo cierto
Y el temor de haber sido un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
Y sufrir por la vida y por la sombra y por lo que conocemos
Y apenas sospechamos y la carne que tienta con sus frescos racimos,
Y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
Y no saber a dónde vamos,
Ni de dónde venimos…!”
¿Cómo morir así?
Leamos a Jean Paul Sartre:
[…] el ateísmo es una empresa cruel y de largo aliento: creo que la he llevado hasta el fondo […] desde hace unos diez años soy un hombre que se despierta, curado de una amarga y dulce locura y que no puede darse cuenta ni puede recordar sin reírse de sus antiguos errores y que ya no sabe qué hacer con su vida.”
Leamos otro de sus escritos, originado, según Salvador Dellutri, de una experiencia que tuvo Sartre en su niñez al intentar establecer una relación con Dios, relación que fue frustrante; según él mismo Sartre dijo; y recordando aquel momento dijo:
“Hoy, cuando me hablan de Él, digo con la diversión sin pena de un viejo enamorado que se encuentra con su vieja enamorada: Hace cincuenta años, sin ese mal entendido, sin esa equivocación, sin el accidente que nos separó, podría haber habido algo entre nosotros."
“Así lo entendió Nietzsche en La Gaya Ciencia cuando luego de declarar la muerte de Dios; “Dios ha muerto, lo hemos matado nosotros”; anunciando una etapa de descreimiento, alcanza a ver las consecuencias que este cataclismo tendrá en la sociedad:
“¿Cómo pudimos vaciar el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho después de desprender la tierra de la cadena de su sol? ¿Dónde la conducen ahora sus movimientos? ¿A dónde la llevan los nuestros? ¿Es que caemos sin cesar? ¿Vamos hacia delante, hacia atrás, hacia algún lado, erramos en todas las direcciones? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿Flotamos en una nada infinita? ¿Nos persigue el vacío de su aliento? ¿No sentimos frío? ¿No veis el continuo acercarse de la noche cada vez más cerrada?”
Sin embargo, la Biblia nos dice:
Gen 1:1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
Gen 1:26 Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza..
Gen 1:27 Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Mientras el salmista decía que los cielos cuentan la gloria de Dios, el pobre e infeliz filósofo, decía: el silencio eterno de los espacios infinito me vuelven loco.
¡Oh Dios, ten misericordia de ellos!