Una vez leí acerca de una historia real en donde el parlamento de Francia le encomendaba a un prestigioso abogado de apellido Tocqueville la tarea de viajar hacia los Estados Unidos para investigar en donde radicaba la grandeza de ese país.
Cuando regresó de su encomienda a Francia, el destacado abogado informó al parlamento, más o menos, lo que a continuación citaré libremente: llegué a los Estados Unidos y recorrí todas sus instituciones públicas y privadas buscando a ver dónde se encontraba la grandeza de esa nación y no fue sino hasta que oí el tronar de sus púlpitos, cuando verdaderamente descubrí en donde estaba dicha grandeza.
Y es que el tronar de los púlpitos representa el tronar de Dios, representa la Palabra de Dios expuesta con fidelidad; esto es, Sola Fe, Sola Gracia, Sola Escritura, solo Cristo y solo la Gloria la Dios.
Del tronar de los púlpitos tenemos los absolutos morales, éticos y espirituales necesarios y útiles para la adoración correcta a Dios y para el trato debido entre los terrícolas.
Creo que Tocqueville fue iluminado por la Divinidad cuando llegó a su ciertísima conclusión, pues, una nación, una sociedad, un hogar en donde no exista un púlpito que truene con la verdad de Dios, nunca será grande, nunca tendrá grandeza. Serán como dijo Don Feder una vez: “Al faltar el equilibrio –entre derechos y deberes, libertad y orden--, la fábrica social comienza a desenmarañarse. La lucha por los derechos que se ha desatado en las tres últimas décadas nos ha conducido a un rápido descenso hacia una cultura sin civilización, sin la decencia ni el grado de disciplina necesario para mantener una civilización industrial avanzada. Nuestras ciudades son pozos negros; nuestras escuelas urbanas, campos de entrenamiento para terroristas; nuestras leyes, burdeles donde los derechos se venden al mejor postor electoral.”
El tronar de los púlpitos es un tronar que va más allá de los muros de los locales en donde la iglesia es convocada a adorar semanalmente. Abarca a toda la nación pues Dios quiere que todo hombre sea salvo y cumpla con su voluntad.
El tronar de los púlpitos es tronar, y tronar es, citando al diccionario Gran Espasa Ilustrado, lo siguiente: “Despedir, causar ruido o estampida”. Es decir, lo que provoca el mensaje de Dios es una estampida, causa tanto ruido, tanta confrontación personal que obliga al ser humano a tomar una decisión en su vida con respecto a Dios y su Palabra.
Por lo tanto, el tronar de los púlpitos es, y debe ser antitético, porque así es el mensaje de Dios revelado en la Biblia. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis usted puede ver esta característica del mensaje Divino. Cuando un púlpito no es antitético, es débil, no truena, no hace ruido, no provoca estampida, no confronta, no induce al hombre a decidir, es light, predica lo que se quiere oír no lo que Dios dice, siempre es positivismo. Y eso es antibíblico.
El tronar de los púlpitos es, y debe ser ampliamente divulgado más allá de una comunidad de creyentes con tendencia a convertirse en ghetto. Todos los medios al alcance de la iglesia deben emplearse para publicar a viva voz, a voz en cuello, el mensaje antitético de Dios.
Es Dios quien marca el paso. Si nuestro país está como está en el orden político, social, cultural y religioso se lo debemos al tronar de nuestros púlpitos.
Nuestros púlpitos están susurrando, no están tronando, son como lloviznas, están jarineando, predican todos lo mismo. No hay grandeza. En nuestras familias no hay grandeza, no hay grandeza en nuestra nación. Pobre de nosotros.
En la República Dominicana cualquiera pone una “iglesia”, cualquiera se autodenomina pastor, cualquiera hace lo que le viene en ganas, a estas alturas el catolicismo-romano está otorgando bulas (que burla!) papales y no hay quien públicamente truene y diga lo que Dios dice.
El Dr. M. Lloyd-Jones dijo hace muchos años lo siguiente:
“¿Estáis de acuerdo con los que dicen que un espíritu de amor es incompatible con la denuncia negativa y crítica del error vocinglero, y que debemos ser siempre positivo? La respuesta sencilla a semejante actitud es que el Señor Jesucristo denunció el mal y denunció a los falsos maestros. Repito, lo denunció como ‘lobos rapaces’, ‘sepulcros blanqueados’ y ‘guías de ciegos’. El apóstol Pablo dijo de ellos: ‘cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza’. Ése es el mensaje de las Escrituras. Pueden haber pocas dudas de que, si la iglesia es lo que es hoy, se debe a que no ha seguido la enseñanza del Nuevo Testamento, y a que se limita al denominado ‘evangelio sencillo’ que es positivo, sin enfatizar lo negativo ni criticar a nadie. El resultado es que las personas no reconocen el error cuando se lo encuentran.
No es agradable ser negativo, no se disfruta teniendo que denunciar y exponer el error. Pero cualquier pastor que comparta en cierta medida, y con humildad la responsabilidad que el Apóstol Pablo sentía como una preocupación infinita por las almas y el bienestar espiritual de los suyos se ve obligado a hacer estas advertencias. Esto no le agrada a esta blanda generación moderna, que no lo aprecia.”
Dios tenga misericordia de nosotros y nos mueva a hacer lo que hay que hacer: TRONAR! Pues en el tronar se consigue el equilibrio perdido en la tolerancia, el positivismo y el pluralismo extremo que hemos permitido.